Sobredosis de fútbol, pobreza, y cultura del trabajo: deportes «mayores» y «emergentes»

El fútbol como vía de movilidad o ascenso social constituye un horizonte que moviliza a niños, jóvenes, y a sus familias de origen de contextos sociodemográficos desfavorecidos, desde hace mucho tiempo, quizá desde la propia introducción del profesionalismo en Uruguay, en 1932, o incluso antes. Dicho camino habilita a un 1,5% de los participantes de dicho sistema a jugar en primera división, y al 0,14% de los mismos a conseguir un pase al exterior (datos de ONFI, periodista Pablo Melgar, 20 de abril de 2014, diario «El País», Montevideo). El extraordinario (por valioso) movimiento social representado por el fútbol infantil de iniciación y competición uruguayo, determina que cada fin de semana unas 300.000 personas van a ver los 2.000 partidos que disputan los más chicos en todo el país; una cifra ocho veces mayor a la que alcanzan los clubes del profesionalismo, según cifras de la organización del fútbol infantil, de acuerdo a la citada fuente. Un problema individual, sociofamiliar, macrosocial y económico, sin embargo, puede suscitarse cuando la vía futbolística se sobrexplota y sobreutiliza como vehículo privilegiado a través del cual generar expectativas de mejora de la condición sociodemográfica de origen, del atleta, y de su grupo primario (madre, padre, tutores, hermanos, y/o figuras constituyentes del hogar del practicante), fomentando una atención cuasi monolítica de menores y mayores en la actividad deportiva de los menores, quizá en perjuicio de otras actividades críticamente relevantes para su desarrollo, como su instrucción académica, el aprendizaje de herramientas como idiomas e informática, o de diferentes habilidades manuales y de expresión artística extracurriculares, susceptibles de traducirse en herramientas y medios para su vida laboral adulta.

Sobreexposición mediática

La cultura de la atención (¿ y quizá dedicación ?) excesivos de menores y mayores en el fútbol como vehículo de movilidad, resulta exacerbada y vehiculizada por los medios de comunicación masivos, configurando un círculo vicioso en el cual resulta difícil trazar una línea demarcatoria entre la víctima y el victimario, o entre el huevo y la gallina: ¿se vende porque se consume, o se compra porque es lo único que se ofrece? A modo de ejemplos, el suplemento deportivo de un matutino de alcance nacional, en su edición del Viernes 22 de agosto de 2014, destinó 12 de sus 16 páginas al deporte «fútbol», entre contenidos de orden doméstico e internacional, dedicando media !!! página a noticias de deportes emergentes, entre ellos la medalla de plata obtenida por Francisco Calvelo en salto ecuestre por equipos, junto a sus compañeros sudamericanos, y a la selección uruguaya de hóckey sobre césped femenina, que selló su clasificación a los cuartos de final, con un segundo lugar en el grupo «B», venciendo a Nueva Zelanda por 6 a 3, ambos logros en el contexto de los Juegos Olímpicos de la Juventud 2014, celebrados en Nanjing, China. En televisión, por su parte, la edición del mediodía del noticiero de un canal de televisión abierta, correspondiente al Viernes 29 de agosto de 2014, dedicó 15 !!! minutos, de su total de 60, al deporte «fútbol», exonerándose de dedicar un solo segundo a otras disciplinas o especialidades deportivas en desarrollo. Sabido es que el espacio dedicado al «deporte rey» trepa a casi 20 minutos en su edición central de la tardecita/noche. Complementariamente, la radio en Uruguay conoce de algún importante medio de «AM» capitalino a transmitir prioritariamente noticias de fútbol durante las 24 horas de su programación.  El espacio ocupado por el deporte «fútbol» en los medios de comunicación masivos, y, por ende, en nuestra psiquis, reviste un dato a un tiempo absoluto y relativo: en el primer caso, su correlación de fuerzas con otros contenidos de la actualidad de nuestra comunidad, de potencial interés para la ciudadanía, como los vinculados a la marcha de la economía, sociedad, comportamiento, arte, emprendedurismo, organizaciones cívicas, cadena agroindustrial, logística y transporte, exportaciones y exportadores, diferentes clases de rankings nacionales e internacionales referidos a estos aspectos del acontecer nacional, etc.). En el segundo caso, representado por el espacio marginal librado a la información referida a disciplinas deportivas «no tradicionales», como el rugby, hóckey, tenis, handball, diferentes especialidades de atletismo, vóleibol, entre otras posibles.

Pobreza y falta de estímulos
Proponer incentivar el espacio físico y mental de información y contenidos referidos a disciplinas deportivas emergentes en los medios de comunicación masivos quizá represente una expresión de lirismo. «El fútbol vende, y el resto (de los deportes) constituyen prácticamente un compromiso con el que se debe cumplir«, podrían argumentar los medios. Aparentemente desconectados y físicamente distantes de la lógica de la industria, de las redacciones de los diarios, como de los estudios de televisión y radio, la pobreza en Uruguay parece golpear más duramente en ciertos distritos perimetrales de su metrópolis, y dentro de estos, en la infancia, con mayor crueldad. En dichos escenarios, si el fútbol constituye el entretenimiento y el deporte del pueblo, es de imaginar y esperar la íntima conexión entre sectores desfavorecidos o carenciados y sus expectativas de mejora socioeconómica a través del «deporte rey». De acuerdo a datos citados por el diario «El País» de Montevideo, en su edición del Domingo 24 de agosto de 2014, cada 1.000 personas, 115 tienen un ingreso inferior a $ 9.786,15. Son pobres según la metodología del INE. El sociólogo Oscar Roba Stuart presentó su trabajo «Medición de la pobreza infantil en el Uruguay». La investigación avalada por la Universidad de la República recorre diversas metodologías para medir la pobreza e incluye dos gráficas elocuentes. En 2011 el INE estimó que el 13,7 % de la población era pobre. Al aplicar una metodología que combina línea de pobreza y Necesidades Básicas Insatisfechas el porcentaje crece al 35,7 %. Algo similar ocurre con la pobreza infantil, que pasa del 27,3% al 49,2 %. Roba planteó: «Hace tiempo que se cuestiona que el método Línea de Pobreza no considera una parte importante de pobres: los que tienen ingresos suficientes pero no han podido acumular patrimonio u otras necesidades». (Fuente: diario «El País», Montevideo, Domingo 24 de agosto de 2014). La generación de nuevas capacidades (Economista Ernesto Talvi, Director Ejecutivo del CERES, 2013, reportaje televisivo), a partir de un eje identitario como el fútbol en nuestra cultura social, emerge como un imperativo ético y económico que debería incentivarse con mucha mayor convicción, empleando la natural receptividad de niñas y niños en el ámbito de su práctica futbolística, como un vehículo privilegiado mediante el cual sembrar, cultivar, y contribuir a desarrollar y madurar, una mayor diversidad y riqueza de intereses intelectuales, manuales, y artísticos, que, entre otros caminos, se traduzcan en la adquisición de nuevas capacidades e instrumentos laboral-profesionales de amplio espectro para su vida adulta. Gustavo De Armas, en representación del Instituto de Ciencia Política de la FCS y especialista en Políticas Sociales del Equipo de trabajo de Unicef – Uruguay, destacó que hay una constante en los últimos 20 años: un núcleo duro de la pobreza de entre 11% y 13% de la población y un 20% de «gente vulnerable». (Fuente: diario «El País», Montevideo, Domingo 24 de agosto de 2014). Otra elocuente arista de análisis ofrecida por el evento de presentación de la investigación del sociólogo Roba Stuart apunta a la concentración de la pobreza en la metrópolis de nuestro país, y dentro de esta, en algunos distritos perimetrales, la cual, combinada con su incidencia en la infancia, termina de configurar un terreno de particular vulnerabilidad o precariedad para fomentar de manera más o menos consciente una producción y reproducción de expectativas en el fútbol como anhelo de fuga del atleta y su estructura sociofamiliar, de su condición socioeconómica de origen. Efectivamente, en dicho evento, Gustavo de Armas agregó que en 2013 se midieron 400.000 pobres en base al método de ingreso, de los cuales 200.000 tienen entre 0 y 17 años, y 103.000 viven en Montevideo. De ellos, 94.000 viven en los cuatro municipios de la periferia de la capital, con la población que tiene más necesidades básicas insatisfechas. (Fuente: diario «El País», Montevideo, Domingo, 24 de agosto de 2014).

Deportes «mayores» y «menores». La pobreza bien puede no limitarse a las esferas restringidas por el criterio monetarista, e incluso, por la noción de necesidades básicas insatisfechas, a la espera de definición. Dicha noción y condición también pueden incluir la debilidad o ausencia de estímulos e intereses más allá de el ingreso económico del hogar. En este respecto, dos puntualizaciones adicionales: a) Los sistemas sociales deberíamos generar las más potentes infraestructuras de estímulos posible, y aproximarlas o llevarlas a los territorios y realidades de contexto crítico o vulnerabilidad extrema. Por ejemplo: acercar academias de expresión artística como la danza, a escuelas y liceos de contextos desfavorecidos, para procurar «captar» aptitudes, talentos, «elementos» (Ken Robinson), o habilidades matrices, que difícilmente resulten desencadenadas por las estructuras espontáneas sociofamiliares de estos niños, niñas, y adolescentes de ambos géneros. B) Desde una perspectiva psicológico-deportiva, cada modalidad deportiva entraña culturas y hábitos diferenciales, que suministran por su parte experiencias que le son propias, distintivas de cada disciplina, y para cada atleta: la visión del mundo y las cosas de un jugador de rugby bien puede ser diferente de la de una atleta de vela en solitario. De ello derivamos la conveniencia de estructurar una oferta deportiva de base amplia y diversa, capaz de captar «la aptitud» de la mayor cantidad de iniciantes. Desde el presente lugar el deporte puede jugar un valioso rol de estímulo de diferentes manifestaciones intelectuales o incipientes talentos de los nóveles practicantes. El Profesor de Educación Física Parola, generosamente ha compartido en el marco de seminarios curriculares de formación para técnicos deportivos en fútbol, una sencilla batería de pruebas de aptitud aplicada en Alemania, en torno a los 10-12 años, mediante la cual se orientaba a niñas y varones a seguir disciplinas compatibles con sus aptitudes físicas detectadas.

«Desorientación» vocacional
La sobredosis de fútbol en los medios, combinada con la mayor incidencia de la pobreza en las franjas infantiles de nuestra demografía, configuran un cócktel molotov si los asociamos con la «desorientación» vocacional que campea en nuestra sociedad en edades tempranas. Así lo reflejan las cifras relevadas por Juan Hebert Elizalde en su tesis doctoral, psicólogo con más de 35 años de experiencia, en una nota titulada: «UNA RUTA QUE DESORIENTA A LOS JÓVENES: Con un promedio de 15 años los uruguayos deben elegir su carrera, entre mitos y falta de información». (Periodista Tomer Urwicz, diario «El País», Montevideo, Domingo 14 de octubre de 2012). El revelador informe destaca las siguientes cifras: 81 % de los estudiantes no ha tratado su decisión vocacional con los profesores. El 56 % tampoco habló con sus padres. 65 % de los alumnos manifiesta que la institución educativa a la que asisten no brinda información necesaria para una correcta orientación vocacional, según datos del citado estudio. 2.745 alumnos ingresaron en la Facultad de Derecho en 2010, siendo la orientación que acapara mayor cantidad de estudiantes, de acuerdo a datos de la Universidad de la República. (Periodista Tomer Urwicz, diario «El País», Domingo 14 de octubre de 2014).

¿ Qué ciudadanos promovemos ?
El Dr. Alfredo Etchandy, presidente de ONFI hasta fines de 2013, declaró que dicha organización, además de formar personas, forma ciudadanos. (Periodista Pablo Melgar, 20 de abril de 2014, diario «El País», Montevideo). No podemos menos que celebrar dicha definición; ahora, bien; ¿ qué herramientas les estamos transfiriendo a estos futuros ciudadanos provenientes de contextos desfavorecidos? ¿Deberíamos resignarnos a aceptar un porcentaje estructural de pobreza que castiga especialmente a la niñez? ¿No hay nada por hacer? Formular respuestas, planes, y acción, constituye una tarea colectiva que requiere el concurso de una diversidad de expertos y estamentos de una comunidad. Sin embargo, más acá de dicha complejidad, nos queda claro un aspecto: por acción o por omisión, al restringir la oferta de estímulos y horizontes a sectores vulnerables, estamos contribuyendo a perpetuar una tasa de pobreza, o, expresado más humanamente, estamos condenando a niñas y niños vulnerables a creer que solamente hay un camino, o muy pocos caminos para formarse, crecer, y prosperar. Quizá este estatus quo, con su necesaria tasa de frustración, contribuya a explicar en parte el problema de la inseguridad cívica. No se trata de perseguir al fútbol, de castigarlo, sino de explotar su potencial benéfico, su condición de herramienta posible, utilizándolo saludablemente para generar mayores niveles de consciencia y opciones en aquellos sectores y personas que inicialmente menos reciben. Los clubes y ligas de fútbol infantil, por ende, y particularmente en distritos de contexto crítico, deberían operar en íntima conexión y coordinación con los centros de instrucción académica públicos (escuelas, liceos, dependencias de la UTU), privados, y organizaciones cívicas no gubernamentales, a efectos de alimentar y retroalimentar la siembra de intereses y herramientas en los menores, de modo tal de combatir con mayor potencia la inercia de la precarización de los más desprotegidos.

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